martes, 25 de marzo de 2008

El activismo antipatriarcal, contra toda opresión de géneros

Este es una de las primeras elaboraciones de algunas, previo a la conformación del colectivo...

MARZO DE 2007

El activismo antipatriarcal, contra toda opresión de géneros

Revolución en las plazas, en las casas y en las camas

Cuando hablamos de cambio social revolucionario, generalmente pensamos en la forma en que lograremos el socialismo y especialmente nos referimos a la manera en que avanzaremos hacia la “toma del poder” y la expropiación de los medios de producción a la burguesía, para socializarlos. También consideramos que nos encontramos en una etapa de acumulación de fuerzas, de sostenimiento y crecimiento de la unidad en el campo popular, pero también de crecimiento de la coordinación de las acciones. Crecimiento en las luchas, que dejen saldos de acumulación en términos de experiencias de poder popular, desarrollo de autonomía y grados de organización.

El desafío del crecimiento de los movimientos sociales no responde a una única verdad que conduzca, “indefectiblemente” a la liberación o emancipación. Es cierto que podemos decir qué sectores organizados han dado muestras históricas de lucha, pero no podemos decir que ninguno de los sectores organizados en torno a determinadas demandas que no han sido protagonistas hasta ahora , no podrán serlo.

Sabemos que nuestra lucha es contra el capitalismo y contra las formaciones y relaciones sociales que el mismo promueve para sustentarse y reproducirse, y esto es lo que le agrega complejidad a la discusión.

Una de estas instituciones o formaciones sociales a las cuales nos oponemos es el patriarcado que “regula” nuestra vida cotidiana, vía mandatos familiares, grupales, etc.

¿De qué hablamos cuando decimos patriarcado?

El patriarcado es un sistema más antiguo que el capitalismo y se sostiene más allá (y más acá) del sistema económico en el que vivimos. El sistema capitalista utilizo las opresiones y jerarquías instituidas por el patriarcado, las profundizó y/o las adaptó a las nuevas necesidades del sistema (la emergente sociedad de clases).

Vale decir, hubo patriarcado antes de que hubiera capitalismo, junto con formas de organización comunal no patriarcales. Así, el Capitalismo, en un vertiginoso avance de alcance mundial, actuó homogenizando la diversidad propia de la realidad social. Este es un proceso que es visto frecuentemente como la “occidentalización” del mundo, donde las instituciones sociales son reconvertidas, al influjo de la cultura patriarcal funcional al nuevo sistema de producción mundial: el patriarcado promueve e impone un único modo de concebir la familia, la niñez, la sexualidad, los roles sociales, lo público y lo privado, etc.; reprimiendo toda manifestación que cuestione su lógica omniavarcativa. Esta consiste fundamentalmente en la existencia y reproducción de jerarquías, personalismos y autoritarismos, que nada tienen que ver con la democracia.

Hablamos de heteropatriarcado para referirnos al modelo heterosexual, sexista (machista), monogámico, sacramental, modelo que en todo el mundo occidental y cristiano sostiene, paradigmáticamente, la iglesia católica y otras instituciones como el estado, la policía, el ejército, la familia, etc.

Es por esto que toda institución, grupo o colectivo que reivindique esos valores, deberían ser considerados como espacios que, por lo menos, allanan el terreno al enemigo, aunque en algunos casos deben verse como parte constitutiva del bloque dominante al que pretendemos oponer la organización y la lucha popular

Qué queremos decir con complejidad?

Decimos que, para analizar, criticar y cambiar el mundo, debemos combatir a una cultura que se plantea como la única posible, una cultura hegemónica que se impone a través del disciplinamiento y el control social, que se cuela en todos los espacios de la vida misma (sin ánimo de citar a Gran Hermano, aunque vendría al caso) y tenemos la responsabilidad de no caer en reduccionismos y dogmatismos que nos impidan captar la realidad social y la de los colectivos populares.

Debemos promover una mirada abierta a captar la realidad en términos dialécticos. Esto nos obliga a ser muy claros con el uso de ciertas herramientas conceptuales.

A qué herramientas conceptuales nos referimos?

Creemos que fundamentalmente contamos con la cosmovisión marxista que nos clarifica el camino en la lucha por el socialismo, al visibilizar la existencia de la contradicción principal del capitalismo, de la que da cuenta la existencia de una mayoría, oprimida para ser explotada por una minoría parásita que monopoliza la propiedad de los medios de producción.

Lucha de clases es el concepto que plantea este enfrentamiento irreconciliable entre explotados-oprimidos y explotadores-opresores.

Pero qué son las clases?

Clase es el concepto que, desde la perspectiva marxista da cuenta de un sujeto, colectivo que mediante un proceso de concientización arribaría a la certeza de la necesidad de un cambio revolucionario que por la acción colectiva pueda socializar los medios de producción.

Una de las discusiones más extendidas en la izquierda actual tiene que ver con la composición del sujeto (siempre colectivo)del cambio social y la cuestión de la centralidad de la clase obrera.

Es el concepto de pueblo el que zanja en cierta manera la discusión, al permitirnos eliminar la posibilidad de considerar a la clase obrera como componente exclusivo de la organización popular por la liberación.

La realidad actual nos muestra, a su vez, la emergencia de fenómenos que no pueden pensarse sólo desde la perspectiva de clase.

¿Pero qué es primero: la revolución socialista, la toma del poder para la socialización de los medios de producción o la “revolución antipatriarcal?

Sostenemos que queremos la emancipación, ¿pero de quienes? Queremos una emancipación que nos haga libres, pero ¿ de qué? Si postulamos que los sujetos deben ser verdaderamente autónomos, es decir, sujetos con un discurso propio, que tienen la capacidad de negar o afirmar el discurso del Otro con conocimiento de causa significa que la revolución (¿ o revoluciones?) ¿es sólo una cuestión de socializar los medios de producción?, ¿ ahí se terminan todos los problemas? ¿Se puede considerar, por ejemplo, la opresión de género como un “problema secundario” a superar en un futuro socialista, pero no a combatir en el presente de la lucha?

La idea de que cambios estructurales promoverán, por sí solo, cambios culturales o de superestructura, al modo de reflejo, hace tiempo que es cuestionada.

Debemos luchar contra el sistema capitalista mientras prefiguramos el tipo de sociedad que queremos para el futuro: la solidaridad, el compromiso y el compañerismo se construyen día a día y sería muy arriesgado intelectualmente pretender que los valores que soñamos para el mundo fueran a aparecer mágicamente luego de la toma del poder o la socialización de los medios de producción o la instauración de una dictadura del proletariado.

Sabemos también que las luchas por derribar la cultura hegemónica no se resuelven sólo con plantear una futura Revolución Cultural.

Hay batallas que debemos dar desde ahora, en paralelo con el desarrollo de nuestra política, siempre atentos a priorizar lo que consideramos estratégico para el avance revolucionario, para la creación colectiva que será el socialismo.

La subestimación de los cambios culturales y del papel de la subjetividad en la historia ya provocó demasiadas incomprensiones (de los cuales tenemos numerosos ejemplos como la Unión Soviética, la Revolución China, etc o Cuba que da cuenta de las limitaciones que los cambios estructurales, económicos tienen a la hora de eliminar, por ejemplo, la opresión machista sobre mujeres y “minorías” sexuales) no sólo del feminismo sino de todas aquellas perspectivas emancipadoras que nacen de la rebelión frente a otras opresiones y otros dolores que no son las de la contradicción capital-trabajo.

Por eso, ¿hablamos de emancipación o de emancipaciones? ¿Se puede hablar hoy en día de sólo emancipación económica o es también necesario hablar de emancipaciones en plural-de clase, de género, de etnia, etc.?

La lucha antipatriarcal es sólo una cuestión de las mujeres?

En todo sistema de dominación se intenta controlar el cuerpo y la sexualidad (si lo sabrían los jesuitas!!), por eso es necesario que revisemos y cambiemos las prácticas y las representaciones sociales de género que se construyen en torno a la concepción patriarcal, jerárquica y heteronormativa de la sexualidad que coloca a una gran parte de la humanidad en desventaja-que incluso, hasta se paga con la muerte, y si no veamos la cantidad de travestis que son asesinadas por la policía por año-.

El patriarcado es Ley, determina lo que queda adentro-un adentro con jerarquías-y lo que queda afuera, qué es lo normal y lo anormal, lo verdadero y lo falso, lo sano y lo enfermo, lo legítimo y lo ilegítimo. La sociedad patriarcal nos dice, a lo largo de los siglos, cuál es nuestro rol en la sociedad, cómo tenemos que ser, si debemos desear o no y cómo, como debemos sentir, movernos, vestirnos, actuar, nuestros gustos y preferencias, a qué debemos jugar, cómo debe ser nuestro cuerpo, etc. Es decir, no sólo nos dice como ser, sino que nos niega otro montón de posibilidades de ser, sentir, actuar y desear.

Al hablar de género, estamos diciendo que es una construcción social, histórica y cultural, por lo tanto modificable. El género no es algo preexistente, algo natural que emana de nuestra biología, sino que es una representación de ciertas normas que son sociales, históricas y culturales que se transmiten de generación en generación y que conllevan diversas consecuencias punitivas si te salís del libreto y decidís actuar de otra forma.

Las normas de género, tienen el propósito estratégico de mantener al género dentro del marco patriarcal, heterosexual y jerárquico, que al ser constantemente repetidas de generación en generación nos da la idea de que son naturales y necesarias.

Por qué las luchas antipatriarcales y contra todo tipo de opresión de géneros debe ser parte de nuestra política?

El Che planteó que el punto de quiebre en la subjetividad (que, por cierto, puede dar inicio a la militancia) se encuentra, no en tomar conciencia sólo de la necesidad del cambio, sino en creer que ese cambio es posible.

Son muchas las formas en que, como pueblo, podemos visualizar la posibilidad del cambio, que nos saque del inmovilismo y que nos active para tener iniciativas emancipatorias, que le generen muchas grietas distintas al sistema de dominación..

Entonces, las luchas por reivindicaciones de sectores minorizados por la opresión de género, vía disciplinamiento y control social, son no sólo legítimas sino necesarias para la toma de conciencia de la necesidad del cambio revolucionario y de su posibilidad.

Deberíamos preguntarnos qué pasa cundo en los proyectos emancipadores, de liberación social, no se contempla (NO SE HABLA) de la opresión de genero. ¿qué pasa cuando reproducimos la misma opresión que supuestamente queremos combatir? Hay cuerpos que son invisibles, eludibles para el sistema. Pero para sociedad excluyente ya tenemos ésta (pobres, mujeres, discapacitad@s, ancian@s, travestis, lesbianas, negr@s, indígenas, etc); no podemos cometer el error de creer que estas cuestiones son “problemas secundarios” si queremos construir una sociedad libre en donde valga la pena vivir, en donde no existan dolores que pueden evitarse.

Se hace necesario reflexionar y tener en cuenta cómo las relaciones de poder se reproducen en lo cotidiano, cómo se territorializan en nuestros cuerpos, se internalizan de tal manera que no nos cuestionamos ciertas prácticas porque las consideramos naturales desde siempre. A decir de Foucault, cómo somos constituidos mediante discursos, prácticas, estructuras de poder y saber y cómo reproducimos constantemente esas relaciones de poder.

Lo personal es político, y al decirlo, ponemos en evidencia un debate que tiene que darse hacia dentro de la izquierda: que lo cotidiano también es parte de la lucha por la emancipación, que debe haber coherencia entre nuestras propuestas emancipadoras y nuestras prácticas cotidianas, teniendo en cuente siempre, que en aspectos bien importantes de nuestras vidas, se ejerce opresión, violencia, desigualdad, alineación, autoritarismo, injusticias y que nosotros y nosotras no debemos (ni queremos) reproducirlas.

“Revolución en las plazas y en las casas, revolución que nos revolucione a nosotras, que nos haga derrotar en primera instancia al opresor y a la opresora que hemos internalizado, y que nos ubican en el lugar de los buenos modales. Revolución que nos permita reconocernos, e identificar la legitimidad de nuestros deseos, como motores posibles de una historia que merezca ser vivida. Revolución que nos permita destruir las bases del poder asesino, que se encuentran en la impotencia para pensar en la posibilidad de derrotarlo. Revolución que es social, que significa terminar con todas las formas de explotación clasistas; pero que es también y fundamentalmente cultural. Porque nos obliga a combatir todos los mecanismos de dominación, abiertos y velados, que se expresan a veces de forma descarnada, y otra sutil, condenándonos a aceptar que el capitalismo y el patriarcado son fenómenos naturales como la lluvia en febrero o el calor en noviembre” (Claudia Korol, 2004).

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